No sabía adónde ir, ni siquiera pensaba en ellos; sabía únicamente una cosa: que debía terminar aquello el mismo día, de una vez, inmediatamente; que si no era así, no volvería a su casa, porque no quería vivir de aquel modo. ¿Cómo acabar con ellos? ¿Cómo acabar? No tenía ninguna idea, ni tampoco ganas de pensar. Ahuyentaba de sí los pensamientos; los pensamientos le atormentaban. Tenía la sensación de que todo debía cambiar, lo sabía; todo debía cambiar de una u otra manera, «como quiera que fuese», se repetía con desesperada seguridad en sí mismo y con firme decisión.
—Crimen y castigo.
Fiodor Dostoievski.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Dejame tu comentario!