*

Pero mi seriedad no me convencía. Sonaba tan a tacho de lata vacía. No, ni en serio podía tomar esa mistificación. Yo ahora era un hombre libre, y ¿qué tiene que ver la sociedad con la libertad? Yo ahora era libre, podía hacer lo que se me antojara… matarme si quería… pero eso era algo ridículo… y yo… yo tenía necesidad de hacer algo hermosamente serio, bellamente serio: adorar a la Vida. Y repetí:
«Sí, Vida… vos sos linda, Vida… ¿sabés? De aquí en adelante adoraré a todas las cosas hermosas de la Tierra… cierto… adoraré a los árboles, y a las casas y a los cielos… adoraré todo lo que está en vos… además… decime, vida ¿no es cierto que yo soy un muchacho inteligente? ¿Conociste vos alguno que fuera como yo?»
Después me quedé dormido.

El juguete rabioso.
Roberto Arlt.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Dejame tu comentario!