*

Pero ¿qué valor tenía esa libertad? En el fondo eran prisioneras como todos los demás; peor todavía, eran prisioneras de un destino que no les dejaba otra elección aparte del camino que habían tomado. Hubiera resultado tan agradable quedarse simplemente quietas, recostarse y decirse que alguien lo arreglaría todo. Pero la situación no se lo permitiría de ninguna manera. Toda la responsabilidad recaía únicamente en ellas.

La palabra de cristal.
Kai Meyer.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Dejame tu comentario!