*

—Los gritos vienen cuando me asusto, cuando creo que no me estás escuchando. Tal vez oyes mis palabras, pero no comprendes; entonces tengo miedo de que hagas algo que nos lastime a los dos y pienso que lo vamos a lamentar, y veo el modo de evitarlo y, si no me estás escuchando, tengo que gritarlo para que me oigas.
—Me estás diciendo que, si te escucho, no tendrás que gritar.
—Sí. Probablemente no tenga que gritar —dijo ella—. Y aunque lo haga, se me pasará en pocos minutos. Lo saco de mi organismo y me tranquilizo.

El puente hacia el infinito.
Richard Bach.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Dejame tu comentario!