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Su éxito era muy comprensible. Era la fealdad derrotada, que suele ser mucho más cautivadora que la verdadera belleza, aunque sólo sea por la paradoja que lleva consigo. A diferencia de ese otro método que consiste en el simple buen gusto acompañado de cuidados científicos, en este caso el éxito era consecuencia de la exageración de los defectos.

Desayuno en Tiffany’s.
Truman Capote.

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