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Los hombres, igual que los niños y las mujeres, están expuestos a equivocarse, a ser engañados y a engañar a otros, con una impresionante buena fe. Los niños tienen unos errores, los adultos otros, que a veces son los mismos. De pronto sentí como si me hiciese mayor ante aquella evidencia. Y al mismo tiempo descubrí hasta qué punto es penoso hacerse de verdad mayor; es decir, no incrédulo, sino creyente en todo cuanto merece ser creído y amado.

De profesión, fantasma.
Hubert Monteilhet.

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