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Aunque yo viajara, aunque me fuera de aquí y tuviera la oportunidad de sorprenderme con paisajes, monumentos, caminos, obras de arte, nada me fascinaría tanto como la gente, como ver pasar a la gente y escudriñar sus rostros, reconocer aquí y allá gestos de felicidad y de amargura, ver cómo se precipitan hacia sus destino, en insaciada turbulencia, con espléndido apuro, y darme cuenta de cómo avanzan, inconscientes de su brevedad, de su insignificancia, de su vida sin reservas, sin sentirse jamás acorralados, sin admitir que están acorralados.

La tregua.
Mario Benedetti.

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