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—Los hombre de Marte comprendieron que para sobrevivir no debían preguntarse ¿para qué vivir? La respuesta estaba en la vida misma. Vivir era propagar la vida, la vida mejor. Los marcianos comprendieron que se preguntaban ¿para qué vivir? en la culminación de algún período de guerra y desesperanza, cuando no hay respuesta. Pero cuando pasa la crisis y termina la guerra, lo insensato de la pregunta tiene un nuevo sentido. La vida es buena, y las discusiones son inútiles.
—Me parece que los marcianos eran bastante ingenuos.
—Sólo cuando les convenía. Renunciaron a destruirlo todo, a humillarlo todo. Combinaron religión, arte y ciencia, pues la ciencia no es más que la investigación de un milagro inexplicable, y el arte, la interpretación de ese milagro. La ciencia entre ellos no se opuso a la belleza. Se trata sencillamente de una cuestión de grados. Un hombre de la Tierra piensa: «Es ese cuadro no hay realmente color. Un físico puede probar que el color es sólo una forma de la materia, un reflejo de la luz, no la realidad misma». Un marciano, mucha más inteligente, diría: «Este cuadro es hermoso. Nació de la mano y la mente de un hombre inspirado. Me gusta este cuadro».


Crónicas marcianas.
Ray Bradbury.
[Traducción de Francisco Abelenda]

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