*

—¿Pero usted se imagina que yo voy a llamar a la puerta de su tía diciendo: «Soy yo, el fantasma de Arthur. ¿Dónde está el teléfono, por favor?»? ¿Por qué iba yo a comportarme de una manera tan insensata? ¿Acaso me cree usted tan tonto?
—¡No, no, naturalmente que no…! Sin embargo… ¡los fantasmas no llaman por teléfono!
—Para algo está el progreso, Winnie…

De profesión, fantasma.
Hubert Monteilhet.

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