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No podían asegurar que las cosas que llevaban en la cabeza diesen a todo futuro amanecer una luz más pura, no estaban seguros de nada, salvo que los libros estaban archivados detrás de su ojos serenos, que los libros estaban esperando, con los cuadernillos sin abrir, a los clientes que quizá viniesen años más tarde, algunos con manos limpias, y otros con manos sucias.

Fahrenheit 451.
Ray Bradbury. 

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