*

—¿Cómo será el futuro? —Almeyda preguntó en un tono que simulaba indiferencia.
—No habrá trabajadores. No habrá esclavos. Del trabajo se encargarán las máquinas.
—Detrás de la máquina estará el hombre que la maneje.
—Por algo desconfío del maquinismo. Animales harán el trabajo. O seres de otro planeta, seres inferiores, traídos especialmente.
—Por traficantes de esclavos.
—Algo mejor, le propongo algo mejor: a los hombres apocados que no quieren hacer frente a las contingencias de la vida, les infundirán por algún método científico la felicidad, la pura felicidad, a condición de que trabajen. Vale decir que esclavos felices trabajarán para el resto de los hombres.
—¿Sabe una cosa? —comentó Almeyda, como si hablara solo—. Me parece que el futuro no me gusta nada.

—Y sin embargo, allá va en vuelo directo.

—«Una puerta se abre».
Adolfo Bioy Casares.

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