*

Hermia.–Lo miro ceñuda, y aun así me ama.
Elena.–¡Oh, si pudieran aprender mis sonrisas la magia de tu ceño!
Hermia.–Le echo maldiciones, y, sin embargo, me adora.
Elena.–¡Oh, si pudieran mis ruegos obtener semejante cariño!
Hermia.–Mientras más lo odio, más me persigue.
Elena.– Cuando más lo amo, más me desprecia.
Hermia.–Su pasión insensata no es culpa mía, Elena.
Elena.–No; pero lo es de tu hermosura. ¡Ojalá fuera mía esa falta!

Sueño de una noche de verano.
William Shakespeare.

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