*

Él se aproximó de inmediato y tomó asiento donde ella le indicaba. Su primer comentario causó sorpresa a Catherine. Aunque el capitán hablaba en voz baja, pudo entender sus palabras:
–¡Vaya! Siempre vigilados, directamente o por intermediarios.
–¡Bueno! ¡Qué tontería! —respondió Isabella en el mismo tono susurrante—. ¿Por qué tratas de meterte esas cosas en la cabeza? No lo creo... ya sabes que soy de espíritu independiente.
–Me gustaría que tu corazón fuese independiente. Con eso me conformaba.
–Con que mi corazón, ¿eh? ¿Y qué sabes tú de eso? Vosotros los hombres no tenéis corazón.
–Si no tenemos corazón, tenemos ojos; y nos atormentan bastante.
–¿Ah, sí? Lo siento en el alma. Siento que encuentren en mí algo reprochable. Miraré hacia otro lado. Espero que con esto baste —dijo, dándole la espalda—, espero no atormentar a tus ojos ahora.
–Ahora todavía más, porque tengo aún a la vista el perfil de una hermosa mejilla, lo cual al mismo tiempo es mucho y demasiado poco.

La abadía de Northanger.
Jane Austen.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Dejame tu comentario!