El caso es que poco a poco había logrado convencerme de algo que no era cierto. Me había convencido de que me sentía satisfecha, realizada y feliz sin el amor de otra persona. El amor era como China: sabías que existía, y debía de ser muy interesante, y algunas personas iban allí, pero yo no iría. No iría jamás en la vida a China, pero no importaba, porque podía visitar el resto del mundo.
—La materia oscura III: El catalejo lacado.
Philip Pullman.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Dejame tu comentario!