–Qué bien nos llevamos los dos, ¿verdad?
–Tan bien como me gustaría que continuáramos siempre, remando en el mismo bote —respondió enseguida Laurie, aprovechando la oportunidad que se le presentaba de revelar sus sentimientos e intenciones—. ¿Tú también lo deseas así, Amy? —preguntó con ternura.
–Sí, Laurie —respondió ella, en voz baja a causa de la emoción.
En ese instante ambos dejaron los remos y se besaron, componiendo un bello cuadro de amor y dicha que se reflejó en las aguas apacibles del lago.
—Las mujercitas se casan.
Louisa May Alcott.
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