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–Quien quiera que haya sido un enemigo tan detestable, deja que se engañe con su maligno triunfo, querida hermana, viendo cuán noblemente la conciencia de tu propia inocencia y tus buenas intenciones sostiene tu espíritu. Es un orgullo razonable y digno de elogio el que resiste a tal malevolencia.
–No, no —exclamó Marianne— una desdicha como la mía no tiene orgullo. No me importa que alguien sepa que estoy destrozada. El triunfo de verme así debe estar abierto a todos. Elinor, Elinor, aquellos que sufren poco pueden ser orgullosos e independientes como quieran, pueden resistir el insulto o devolver la mortificación, pero yo no puedo. Debo sentir —debo estar destruida— y están bienvenidos a disfrutar de esto todos los que puedan.

Sensatez y sentimientos.
Jane Austen.

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