Por naturaleza tenía un carácter burlón, alegre y pacífico; los fracasos y desgracias incesantes la habían llevado a desear y exigir furiosamente que todo el mundo viviera en paz y alegría, y que no se atreviera nadie a vivir de otro modo, de suerte que la menor disonancia en la vida, el más pequeño fracaso, la ponían inmediatamente poco menos que fuera de sí, hecha un basilisco; después de las más risueñas esperanzas e ilusiones, comenzaba a maldecir su destino, a romper y tirar lo que tenía al alcance de la mano, y a golpearse la cabeza contra la pared.
—Crimen y castigo.
Fiodor Dostoievski.
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