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—Su espíritu animado y bullicioso apenas le permite estar seria aun tratando de cosas serias. Nos ha trazado usted un esbozo divertido, y desde un punto de vista humano no puede decirse que no fuera así. Todos tropezamos a veces con la dificultad de no poder fijar nuestra atención como desearíamos. Pero si supone usted que es cosa frecuente, es decir, una debilidad convertida en hábito por negligencia, ¿qué podría esperarse de la piedad privada de esas personas? ¿Cree usted que las mentes a las que se les permite, a las que se les consiente que divaguen en la capilla, se recogerían mejor en un gabinete íntimo?
—Sí, es muy probable. Cuando menos tendrían dos contingencias a su favor: habría menos motivos para distraer su atención y la prueba no sería tan larga.
—La mente que no lucha contra sí misma en una de las circunstancias, creo yo que hallaría motivos de distracción en la otra; y la influencia del lugar y del ejemplo puede muchas veces suscitar mejores intenciones que las que se tuvieron al entrar.

Mansfield Park.
Jane Austen.
[Traducción de Miguel Martín]

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