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Usted sabe, la corrupción proporciona una felicidad, claro, al corruptor, que consiste en el asombro, en el desorden de la víctima. Es una felicidad de la misma categoría que la que siente usted, o la que siento yo, bueno, la que siente cualquiera, cuando revela un secreto, un secreto honesto, se entiende, que deja estupefactos a los que lo oyen. Hay toda una serie de placeres homogéneos. Usted está en un teatro, hay un gran silencio, y a usted le agarra la tentación de gritar, a ver qué pasa. O ve dos tipos jugando al ajedrez y usted piensa: «Qué lindo mezclarles todas las piezas con la mano».

Rosaura a las diez.
Marco Denevi.

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