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—¿Y a qué se debe su fama?
—A varias falacias juntas. La primera: cuando un arte está mudo, porque ya no tiene nada qué decir, se acerca un advenedizo cualquiera, quizás el que  conozca menos ese arte, quizás el que lo ame menos, porque la ignorancia y el desamor lo volverán más atrevido, le retuerce el cuello, le arranca unos gritos de agonía, y de momento todos creen que ese arte resucitó y que esos gritos son su nueva voz. Y cuando se dan cuenta de la equivocación, han corrido ríos de tinta, los cuadros se vendieron, hay en cada museo una sala dedicada al farsante. ¿Quién deshará toda esa gloria?

Rosaura a las diez.
Marco Denevi.

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