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—A menudo —comenzó a decir el actor— pensamos que sujetamos las riendas del destino en nuestras manos. Por regla general esa sensación engañosa se apodera de nosotros cuando da la impresión de que las cosas van bien. Por una extraña conjunción de circunstancias, nuestra salud nonos causa problemas, los asuntos de la familia transcurren felizmente, el trabajo no falta e incluso podemos regalarnos con una pierna de carnero y una pinta de cerveza. Se diría que nuestra vida ha quedado encauzada de forma adecuada y que así persistirá hasta que exhalemos sosegadamente el último aliento. Pero, señora, nos equivocamos y además no tardamos en darnos cuenta de ellos.

La noche de la tempestad.
César Vidal.

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