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Uno nunca termina de conocer del todo a las personas —me dijo—, ni aun a las más cercanas, padre, madre, hermanos, hermanas, marino, mujer. Siempre hay una zona de cada uno que permanece oscura, alejada por completo de los demás. Una zona de pensamiento, de sentimientos, de actividades, de cualquier cosa. Pero siempre hay un lugar de nosotros en el que no dejamos que entre nadie más. Yo creo que eso es lo que hace a las relaciones con los demás tan interesantes, esa certeza que, aunque nos lo propongamos, nunca los vamos a conocer del todo.

Los ojos del perro siberiano.
Antonio Santa Ana.

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