Cuando uno no está bien, los sueños se caracterizan a menudo por su extraordinario detalle, su transparencia y su singular parecido con la realidad. A veces el cuadro resulta monstruoso, pero las circunstancias y el proceso de la representación suelen ser tan verosímiles y se presentan con pormenores tan sutiles e inesperados, tan en armonía desde el punto de vista artístico, con el conjunto, que, en estado de vigilia, la persona que sueña, aunque se tratara de un artista como Pushkin o Turguéniev, sería incapaz de imaginarlos. Tales sueños enfermizos se recuerdan durante mucho tiempo y dejan una profunda huella en el organismo desquiciado y excitado del hombre.
—Crimen y castigo.
Fiodor Dostoievski.
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